La llegada
Por chulín y no aceptar que el cuñado nos llevara al aeropuerto Alicante-Elche, me sentí timado al pagar un taxi. Fina decía «tranquilízate, es parte de la experiencia». Bien. Arrastramos el equipaje y las mochilas, ya que el fin de semana en París será intenso y, al llegar al mostrador… ¡Oh, cielos!, me dejé la identificación en casa. Con solo 90 minutos de tiempo, desde el Parking del Aeropuerto de Alicante-Elche cojo otro taxi de regreso a casa. Eso me pasa por dejar todo para última hora.
La vuelta
El tráfico del viernes noche complica y acentúa mi estrés, pero logro llegar. El chófer parte raudo a buscar otro cliente. Subo y encuentro sobre la mesa la cartera con la documentación, la reserva, la cámara fotográfica y hasta un paquete de Tampax. ¡Qué alivio! Voy a llamar a otro taxi, pero le dejé mi móvil a Fina. Sin apenas tiempo, decido coger las llaves del coche hacia el Parking del Aeropuerto de Alicante y vuelvo sobre mis pasos. Tráfico lento, tampoco ayudan los semáforos, el tiempo corriendo a la misma velocidad que la tensión hace correr el sudor sobre mi cara…
Final
Me incorporo por fin a la N-338 pensando en los errores viajando en avion y, con el camino despejado (algo debía salir bien), llego en poco tiempo al nuevo Aparcamiento del Aeropuerto de Alicante-Elche. Estaciono y corro hacia el trasporte que me lleva al terminal. Casi escucho el recorrido de las agujas del reloj que me regaló mi padre. Doy gracias al conductor y, pidiendo disculpas, salto por encima de varias maletas, alcanzo la puerta y… allí está mi mujer, casi sin uñas y en posición de ataque. La desarmo con un estratégico beso y nos verificamos en el mostrador. La chica, con una delicada voz, nos dice “Bienvenidos, tengan un buen viaje”. Nada que una sonrisa no pueda arreglar.